(1583-1659)
Teólogo sevillano y canónigo de su ciudad natal, Sevilla. Vivió mucho tiempo en la corte como bibliotecario del rey, cronista de Castilla, y consejero de la Inquisición. Fue gran amigo del conde-duque de Olivares, a quien acompañó en su destierro. Volvió luego a Sevilla y más tarde a Madrid, donde murió. Escribió Rioja algunas obras en prosa, entre ellas una defensa de Olivares, pero toda su importancia está en sus poesías. Durante mucho tiempo se le atribuyeron la «Canción a las ruinas de Itálica» y la «Epístola moral a Fabio».
Escribió Rioja unos treinta sonetos amorosos y algunos menos de carácter filosófico cuyo tema capital es la brevedad de la vida y la inestabilidad de la fortuna. Varios de ellos se dirigen a árboles o plantas, algunos al río Guadalquivir y dos muy notables, uno «A las ruinas de Atlántica» y otro simplemente «A Itálica». Tenía gran afición por las ruinas y por motivos arqueológicos. Con mayor maestría que el soneto maneja Rioja la silva. Sus silvas más famosas son «A la rosa», «Al clavel», «A la rosa amarilla», «Al jazmín» y «A la arrebolera», por las cuales se le ha llamado «el poeta de las flores». De acuerdo con su propósito moral, el poeta aprovecha la fugacidad de su hermosura para elevarla a símbolo de lo caduco de la vida y de la gloria humanas. Su obra más conocida es «A la rosa». La obra de Rioja es un modelo de sobriedad y de estudiada adjetivación, aunque bajo esta serenidad un tanto cerebral late cierta pasión que a veces estalla en bellas imágenes.
Pertenece Rioja (como Juan de Arguijo, Rodrigo Caro, Andrés Fernández de Andrada, Francisco de Medrano y Pedro de Quirós [no incluido en esta antología]) a la reacción clásica no gongorina de la escuela sevillana. Sus notas claves son: el cansancio vital, el desengaño ante la vida, la nota ascética, el pesimismo y el desaliento. Se interesan estos poetas también mucho por las ruinas, que cantan con gran nostalgia pero que examinan con curiosidad de arqueólogos. Sufren de cierta melancolía romántica estos poetas sevillanos. El paisaje y las bellezas de la naturaleza les brindan motivos de contraste para cantar la caducidad de lo terreno. Domina en ellos, estilísticamente, una equilibrada serenidad. Sus rimas son de gran perfección, sin nota de improvisación.
Fuente: http://faculty-staff.ou.edu/L/A-Robert.R.Lauer-1/Rioja.html
LÁNGUIDA FLOR DE VENUS, QUE ESCONDIDA
Lánguida flor de Venus, que escondida
yaces, y en triste sombra y tenebrosa
ver te impiden la faz al sol hermosa
hojas y espinas de que estás ceñida;
y ellas, el puro lustre y la vistosa
púrpura en que apuntar te vi teñida
te arrebatan, y a par la dulce vida,
del verdor que descubre ardiente rosa:
igual es, mustia flor, tu mal al mío;
que si nieve tu frente descolora
por no sentir el vivo rayo ardiente,
a mi en profunda oscuridad y frío
hielo también de muerte me colora
la ausencia de mi luz resplandeciente.
ARDO EN LA LLAMA MÁS HERMOSA Y PURA
Ardo en la llama más hermosa y pura
que amante generoso arder pudiera,
y necia envidia, no piedad severa,
tan dulce incendio en mí apagar procura.
¡Oh cómo vanamente se aventura
quien con violencia y con rigor espera
que un alto fuego en la ceniza muera,
mientra un alma a sabor en él se apura!
Si yo entre vagas luces de alba frente
me abraso y entre blanda nieve y rosa,
no es culpa de tu amor no hacer caso:
que es la lumbre del sol más poderosa
y agrada más naciendo en Oriente
que cuando se nos muera en el Ocaso.
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